miércoles, 19 de mayo de 2010

Bertold Reid. Sexta parte: Intercambio epistolar entre Reid, Burke y Von Yánnover. Un triángulo amoroso.

25 de enero de 1715. Katherine, como Cósima, le escribe a Bertold.

Mi Bertold: Permítame escribirle estas líneas, aunque más no sea para sobrellevar mi pena al saber que el deseo de tenerle a mi lado poco a poco se desvanece. Muchos son los indicios que me hacen pensar que nunca llegará el día en que se afrente verdaderamente a la vida saliendo de su habitación. Bertold, perdóneme por ser tan ruda pero es que no comprendo su decisión. Aquí afuera hay alguien que le ama. No quisiera pensar que mi amor hacia usted permanecerá siempre detenido entre las páginas de nuestra relación epistolar. Bien sé que tal vez mis palabras lo abrumen, pero también sé, porque bastante lo conozco, que su curiosidad debe crecer día a día con la llegada de las mismas. Así es que siendo ésta la trigésimo octava, me atrevo a proponerle un encuentro, dejo en sus manos la decisión de aceptar o no. De ser positiva su respuesta, hágamelo saber o más pronto posible, y si acaso Ud. no desee conocerme, jamás volverá a recibir una carta mía.
Suya,
Cósima

29 de marzo de 1715. Reid le escribe a Burke en busca de consejos.

Mi muy querido Arthur: Perdoname que te moleste con estas palabras pero es que hoy necesito de tus consejos ya que he recibido a estas horas la trigésimo octava carta de quien hace llamarse Cósima. Bien sabes lo mucho que me place recibir sus cartas pero asimismo conoces la terrible vergüenza que me daría presentarme algún día ante ella dejando a la luz mi horrible deformidad. Ay de mi, mi querido amigo, ay de mi que preso en este cuerpo enfermo, no puedo socorrer a mi amada por temor a perderla mostrándole la realidad. Pero si es que ella dejara de amarme al verme no sería verdadero su amor. Y que es mejor, mi querido Arthur, ¿el ser amado por lo que no se es, o el no ser amado por lo que en verdad se es?¿Acceder a la mentira, continuar la farsa por temor a no estar solo, desesperadamente solo, o desenfundar la realidad sin temor a perder nada? Pero es que no sabes lo bien que me han hecho estas cartas de Cósima. Tal es así que casi no he sentido la necesidad de escribir en todo este tiempo, a cada instante que comenzaba a hacerlo, palabras ingenuas y floreadas brotaban de mi mente. Ah! si estar enamorado fuera tan bueno no provocaría tanta tontera. Hoy mismo mi querido Arthur, antes de recibir la última carta de Cósima me he encontrado pronunciando su nombre sin pensarlo. Todas esas fantasías funestas que me han perseguido desde mis cinco años, desvanecidas estaban a causa de la existencia de Cósima. La pronunciación de su nombre prevalecía ante todo. Si acaso mi madre hacíame alguna pregunta, antecedía mi respuesta el sonido de las letras de su nombre, provocando en mi madre todo clase de reacciones adversas. Ay de mi, nuevamente te digo Arthur, que presa del amor mi talento desvanece día a día. ¿Pero es que acaso el verdadero arte se anula ante la existencia del amor? ¿Es posible que compartan la misma jerarquía compitiendo por ocupar el primer puesto? ¿Y que el escribir cosas interesantes y estar enamorado a la vez sea imposible? ¿Estaré destinado a tener que optar entre lo uno o lo otro?¿Y cual será la mejor opción? Ay, si mi vida esta llena de dudas a estas horas. Quisiera no perturbarte con ellas, pero es que preso del amor y la ansiedad de la posibilidad de perder para siempre mi oportunidad de conocer a Cósima acudo en tu ayuda confesándote lo que me aturde esperando no una respuesta tuya, no una solución, sino al menos tu compadecimiento. Agradeceré por siempre el saberte interesado en mí.

B.R.


3 de julio de 1715. Burke contesta a Reid.

Queridísimo Bertold: No siendo mucho lo que pueda decirte, tal vez mi mayor numero de años vividos puedan ofrecerme una visión diferente a la tuya. Bien sabes lo afortunado que soy al tener a Katherine a mi lado desde hace tanto tiempo. Nuestro amor, que es recíproco, no objeta ninguna duda, ninguna incertidumbre se apodera de mí, ni aún en las más altas horas de la noche, aquel momento del día en que la existencia recae sobre nosotros para poner en primer plano los mayores temores y avergonzamientos de uno mismo. Pero aún así, siendo ésto que te confieso tan grato, tan parecido a la completa serenidad, deberás conocer que en realidad es lo que más me abruma. Mi querido Bertold, el estar tan seguro de mí mismo como del amor que mi Kathy me confiere me colma de aburrimiento, provocando en mi tal pasividad que hay días en lo que nada acude a mi mente que no sea el pronunciamiento de otros nombres para dejar de pronunciar el suyo. El amor, mi querido arthur, el amor es algo tan extraño.. Dichoso deberás sentirte de que Cósima ponga un limite a tanta continuidad superflua. Hay cosas Bertold que pertenecen a la realidad y otras que pertenecen a nuestra imaginación, y sinceramente creo que el amor que tu sientes pertenezca a la segunda clase. Y ahora que la ilusión corre peligro de desvanecerse la mejor parte comienza, Bertold. Créeme que es así. Espero que sepas aprovechar la oportunidad de comenzar a vivir verdaderamente.

Te estima,
tu amigo Arthur.


14 de enero de 1716. Burke le escribe a Katherine.

Kathy: Habiendo recibido hoy una carta de un gran amigo, me he dado a pensar. Y ya que siendo tú mujer, quisiera hacerte algunas preguntas que mi condición no responde. Suponte que te enamoras de un hombre al cual nunca has visto pero que conoces profundamente, y que al no poder contener tu amor decides escribirle para confesárselo. El recibe bien tus cartas por lo que se genera una relación epistolar cada vez mas picante. Pero cierto es que llega un día en que ansiosa por conocerle personalmente le propones un encuentro. Mi querida Kathy: ¿No temerías que el hombre del cual creías estar profundamente enamorada sea portador de una funesta figura? Ya se lo que te estarás preguntando, mi respuesta es que de seguro que no, mi querida, de seguro que no sentiría lo mismo, si yo creyera estar enamorado por lo que esa persona representa para mi, no me importaría si su figura fuese lo mas sublime o la misma imagen de un rinoceronte. Y no pienses, ay como te conozco, que el enamoramiento sería, para mi, una suerte de alucinación, lo cual supondría que algún día el enamorado pueda despertar subrepticiamente a ese sueño y toparse con la realidad. Y que si así sucediera no existiría más el amor. ¿Es que acaso el amor es un concepto separado del enamoramiento?. Tal vez sea así mi Kathy, tal vez el estar enamorado no represente el verdadero amor. Para terminar, te digo, Kathy, que aún así tu imagen es una ilusión para mí ya que no puedo imaginar que semejante belleza pueda ser verdadera.

Tu Arthur


23 de Octubre de 1716 . Katherine responde a Burke.

Arthur: Recibí tu carta esta mañana. Me hubiese gustado responder a tus preguntas pero veo que me conoces tanto que hasta las has respondido por mi, así que no me queda mas que decirte que tenés razon.

Tuya, Cósima.


30 de diciembre de 1716. Burke, indignado, y pagando un correo privado, escribe a Katherine.

Kathy: ¿Qué no he sentido esta mañana que no sea tormento al recibir tu carta de contestación a mi pregunta? Supongo que tú no lo has notado pero una llaga a marcado mi corazón al finalizar la lectura. Mi queridísima Kathy, mi muy amada Kathy, triste a sido tu error, y no creo que pueda tener reparo alguno. Ay de mi, ay de ti, mi Kathy, si nuestro amor aquí llega a su fin de este modo. Sin notarlo has firmado la carta con otro nombre que hubiese provocado curiosidad en mi si la ignorancia estuviese de mi lado. Pero no es así mi Kathy. Y acaso Cósima sea el nombre de la enamorada de Bertold. Triste error Katherine que propone un desengaño amoroso irremediable. Mi querida Kathy, triste estoy por mi, a quien descubro engañado, triste estoy por Bertold a quien también has engañado y triste estoy por ti por ser artífice de tal juego nefasto. En fin, mi Kathy, creo que no tengo más que decirte.

Adiós. A.B.


31 de diciembre de 1716. Burke, abatido, informa a Reid acerca de lo sucedido.

Querido Bertold: Escribo estas líneas con dolor. Lamento tener que hacerte participe de esta mala noticia, pero es menester que sepas que Cósima y Katherine son la misma persona. Que iluso he sido al aconsejarte días pasados. Creyéndome seguro de que jamás perdería a mi Kathy, cuántas cosas te he dicho. Y mírame ahora, destrozado en dolor a causa de su pérdida. Y no pienses que te guardo rencor porque ella te haya preferido a ti porque no es tu culpa sino mía que le he contado tantos rasgos interesantes de tu vida gracias al gran amor que te profeso. Confieso que jamás pensé que podría perderla de este modo. No escribiré más mi amigo. Hoy el pulso no me acompaña.

Hasta pronto,
A.B.

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