miércoles, 19 de mayo de 2010

Bertold Reid. Octava parte: Su inquietud filosófica: El secreto.

Odisea para niños es la obra que da pie a esta concepción que Reid le da al secreto. Una obra, como ya comentamos, que no puede traducirse en palabras. Ante este problema nos vimos en obligación de investigar al respecto recopilando una serie de criticas de la obra escritas por reconocidos especialistas. He aquí un pequeño muestrario de ellas:

1825. Isidoro Lafonte: "La Odisea..., una concepción que se revierte en antagonia siniestra hacia una suerte de insurrección despiadada de una realidad intangible."

1942. Didier Lafinure: "La Odisea es una superflua intención frenética de contemplación irónica que despierta en quien lo ve una (…) autónoma fruto de la desesperación de percibir su." (sic)

1987. Joaquín Loprete: " La Odisea: una odisea."

Continúan las criticas, pero en fin, se entiende la idea. Bien sabido es que Reid habría dedicado gran parte de su vida a escribir numerosos ensayos acerca del secreto, pero lamentamos no poder enseñarlos a los lectores ya que los mismos son secretos. Sin embargo, ya que nuestra tarea es dilucidar el gran misterio que este filósofo encierra, daremos a la luz, a riesgo de caer presos de la maldición de Reid, algunas frases de esos ensayos. A continuación las citamos.

"... que nada abarca. Y así, es como de tanto pensar concluí que ..."
(de El secreto y la naturaleza)

"... sin embargo. Tendríamos tiempo suficiente para dilucidar este problema pero grande es la paradoja, fíjense ustedes que...."
(de El secreto y la muerte)

"... siguiendo con esta línea, no es en vano pensar que tanto los primeros como los segundos formarían parte del mismo problema que consistiría en ..."
(de El secreto y sus manifestaciones en la vida cotidiana)

"... si se me permite, pero sin ir más lejos quisiera dejar bien en claro lo antes citado a fin de evitar malentendidos. Mi gran descubrimiento no debería permanecer al abrigo de la oscuridad, por tanto he decidido que..."
(de El secreto y la develación)

Creemos que estos extractos, tomados de distintos ensayos acerca de este tema, son suficientes para que el lector se haga una idea general de la gran preocupación de Reid.

Bertold Reid. Séptima parte: Su infancia en Escocia.

Como anticipamos al comienzo de esta biografía, Reid habría conocido a Burke en un retiro espiritual al cual habrían asistido, el primero por indicacion de su abuela, el segundo por curiosidad. La edad de Bertold al experimentar este retiro era de tan solo cuatro años, y como bien podrá dilucidar el lector, la de Burke era catorce.
Se estima que el tiempo que duró esta experiencia fue de seis meses, correspondientes a la primavera y el verano. Burke se habría acercado a Reid al verlo tan pequeño para encontrar en él una suerte de respuesta a sus grandes inquietudes considerándolo un iluminado. Así fue como Burke le hizo a Reid la famosa pregunta:¿Existe Dios? A lo que Bertold respondió: Primero dime tu nombre. Arthur, replicó Burke. Ahá, contestó Bertold, añadiendo: Entonces no. Arthur perplejo le preguntó: ¿Pero es que la existencia de Dios depende de cual sea mi nombre? No es que así sea, respondió Bertold, pero que te llames Arthur no cambia en nada mi creencia de que Dios no existe, en cambio si te llamaras Dios... Y así fue como ambos se conocieron.

Arthur estaba realmente asombrado de la capacidad de Bertold que a los cuatro años podía conversar a cerca de cualquier tema. Así fue como un día, el atardecer los sorprendió conversando sobre mecánica cuántica. Claro que en esa época la mecánica cuántica no existía pero bueno, esta historia tampoco. La verdad es que Reid y Burke se conocieron porque los padres de Reid habrían contratado a Burke para que se hiciera cargo del niño durante la estadía. Es menester aclarar que en el siglo dieciocho los catorce años de Burke no eran los mismos de un joven de nuestro tiempo. Burke a esa edad llevaba dos años de matrimonio con Katherine y estaba abocado a la escritura de poemas. Transcribimos, en su idioma original, uno de ellos con el fin de introducir al lector en el mundo de Burke.

Winter in Scotland

When the night is white in Scotland
And when the clover dress the ground
Many words in my mind say
That silence and fog are both the same

The Scotland flower rests in my hand today
The nocturne fog is white and wrinkled
And while the butterfly lands in the clover
I realise that silence is beautiful and words are odd


Arthur Burke. 1795.

Bertold se habría visto cautivado por los poemas que Burke le leía por las noches con el fin de hacerle conciliar el sueño. Así fue como éste comenzó a interesarse por la escritura. Como no sabía escribir todavía, era Burke quien durante el día copiaba algunas cosas que Bertold le dictaba.

Ya a temprana edad se observa en Reid una fuerte resistencia a la ficción. No le interesaron jamás las historias fantásticas, y si le gustaban los poemas de su amigo era porque en ellos Bertold leía filosofía. Lo que sigue es lo que se cree habrían sido las primeras observaciones de Reid que se hayan escritas:

"Durante la noche las palabras penetran en mi cuerpo y se doblegan. Por la mañana me es necesario escribirlas en algún papel ya que de no ser así mi cuerpo estallaría de dolor en un instante al tener que soportar su deformidad. El sonido de una palabra no es su forma, sino su color. "

El lector podrá apreciar la ambigüedad que utiliza Bertold al emplear la palabra deformidad tanto para su cuerpo como para el lenguaje que aún no ha sido escrito.

Bertold Reid. Sexta parte: Intercambio epistolar entre Reid, Burke y Von Yánnover. Un triángulo amoroso.

25 de enero de 1715. Katherine, como Cósima, le escribe a Bertold.

Mi Bertold: Permítame escribirle estas líneas, aunque más no sea para sobrellevar mi pena al saber que el deseo de tenerle a mi lado poco a poco se desvanece. Muchos son los indicios que me hacen pensar que nunca llegará el día en que se afrente verdaderamente a la vida saliendo de su habitación. Bertold, perdóneme por ser tan ruda pero es que no comprendo su decisión. Aquí afuera hay alguien que le ama. No quisiera pensar que mi amor hacia usted permanecerá siempre detenido entre las páginas de nuestra relación epistolar. Bien sé que tal vez mis palabras lo abrumen, pero también sé, porque bastante lo conozco, que su curiosidad debe crecer día a día con la llegada de las mismas. Así es que siendo ésta la trigésimo octava, me atrevo a proponerle un encuentro, dejo en sus manos la decisión de aceptar o no. De ser positiva su respuesta, hágamelo saber o más pronto posible, y si acaso Ud. no desee conocerme, jamás volverá a recibir una carta mía.
Suya,
Cósima

29 de marzo de 1715. Reid le escribe a Burke en busca de consejos.

Mi muy querido Arthur: Perdoname que te moleste con estas palabras pero es que hoy necesito de tus consejos ya que he recibido a estas horas la trigésimo octava carta de quien hace llamarse Cósima. Bien sabes lo mucho que me place recibir sus cartas pero asimismo conoces la terrible vergüenza que me daría presentarme algún día ante ella dejando a la luz mi horrible deformidad. Ay de mi, mi querido amigo, ay de mi que preso en este cuerpo enfermo, no puedo socorrer a mi amada por temor a perderla mostrándole la realidad. Pero si es que ella dejara de amarme al verme no sería verdadero su amor. Y que es mejor, mi querido Arthur, ¿el ser amado por lo que no se es, o el no ser amado por lo que en verdad se es?¿Acceder a la mentira, continuar la farsa por temor a no estar solo, desesperadamente solo, o desenfundar la realidad sin temor a perder nada? Pero es que no sabes lo bien que me han hecho estas cartas de Cósima. Tal es así que casi no he sentido la necesidad de escribir en todo este tiempo, a cada instante que comenzaba a hacerlo, palabras ingenuas y floreadas brotaban de mi mente. Ah! si estar enamorado fuera tan bueno no provocaría tanta tontera. Hoy mismo mi querido Arthur, antes de recibir la última carta de Cósima me he encontrado pronunciando su nombre sin pensarlo. Todas esas fantasías funestas que me han perseguido desde mis cinco años, desvanecidas estaban a causa de la existencia de Cósima. La pronunciación de su nombre prevalecía ante todo. Si acaso mi madre hacíame alguna pregunta, antecedía mi respuesta el sonido de las letras de su nombre, provocando en mi madre todo clase de reacciones adversas. Ay de mi, nuevamente te digo Arthur, que presa del amor mi talento desvanece día a día. ¿Pero es que acaso el verdadero arte se anula ante la existencia del amor? ¿Es posible que compartan la misma jerarquía compitiendo por ocupar el primer puesto? ¿Y que el escribir cosas interesantes y estar enamorado a la vez sea imposible? ¿Estaré destinado a tener que optar entre lo uno o lo otro?¿Y cual será la mejor opción? Ay, si mi vida esta llena de dudas a estas horas. Quisiera no perturbarte con ellas, pero es que preso del amor y la ansiedad de la posibilidad de perder para siempre mi oportunidad de conocer a Cósima acudo en tu ayuda confesándote lo que me aturde esperando no una respuesta tuya, no una solución, sino al menos tu compadecimiento. Agradeceré por siempre el saberte interesado en mí.

B.R.


3 de julio de 1715. Burke contesta a Reid.

Queridísimo Bertold: No siendo mucho lo que pueda decirte, tal vez mi mayor numero de años vividos puedan ofrecerme una visión diferente a la tuya. Bien sabes lo afortunado que soy al tener a Katherine a mi lado desde hace tanto tiempo. Nuestro amor, que es recíproco, no objeta ninguna duda, ninguna incertidumbre se apodera de mí, ni aún en las más altas horas de la noche, aquel momento del día en que la existencia recae sobre nosotros para poner en primer plano los mayores temores y avergonzamientos de uno mismo. Pero aún así, siendo ésto que te confieso tan grato, tan parecido a la completa serenidad, deberás conocer que en realidad es lo que más me abruma. Mi querido Bertold, el estar tan seguro de mí mismo como del amor que mi Kathy me confiere me colma de aburrimiento, provocando en mi tal pasividad que hay días en lo que nada acude a mi mente que no sea el pronunciamiento de otros nombres para dejar de pronunciar el suyo. El amor, mi querido arthur, el amor es algo tan extraño.. Dichoso deberás sentirte de que Cósima ponga un limite a tanta continuidad superflua. Hay cosas Bertold que pertenecen a la realidad y otras que pertenecen a nuestra imaginación, y sinceramente creo que el amor que tu sientes pertenezca a la segunda clase. Y ahora que la ilusión corre peligro de desvanecerse la mejor parte comienza, Bertold. Créeme que es así. Espero que sepas aprovechar la oportunidad de comenzar a vivir verdaderamente.

Te estima,
tu amigo Arthur.


14 de enero de 1716. Burke le escribe a Katherine.

Kathy: Habiendo recibido hoy una carta de un gran amigo, me he dado a pensar. Y ya que siendo tú mujer, quisiera hacerte algunas preguntas que mi condición no responde. Suponte que te enamoras de un hombre al cual nunca has visto pero que conoces profundamente, y que al no poder contener tu amor decides escribirle para confesárselo. El recibe bien tus cartas por lo que se genera una relación epistolar cada vez mas picante. Pero cierto es que llega un día en que ansiosa por conocerle personalmente le propones un encuentro. Mi querida Kathy: ¿No temerías que el hombre del cual creías estar profundamente enamorada sea portador de una funesta figura? Ya se lo que te estarás preguntando, mi respuesta es que de seguro que no, mi querida, de seguro que no sentiría lo mismo, si yo creyera estar enamorado por lo que esa persona representa para mi, no me importaría si su figura fuese lo mas sublime o la misma imagen de un rinoceronte. Y no pienses, ay como te conozco, que el enamoramiento sería, para mi, una suerte de alucinación, lo cual supondría que algún día el enamorado pueda despertar subrepticiamente a ese sueño y toparse con la realidad. Y que si así sucediera no existiría más el amor. ¿Es que acaso el amor es un concepto separado del enamoramiento?. Tal vez sea así mi Kathy, tal vez el estar enamorado no represente el verdadero amor. Para terminar, te digo, Kathy, que aún así tu imagen es una ilusión para mí ya que no puedo imaginar que semejante belleza pueda ser verdadera.

Tu Arthur


23 de Octubre de 1716 . Katherine responde a Burke.

Arthur: Recibí tu carta esta mañana. Me hubiese gustado responder a tus preguntas pero veo que me conoces tanto que hasta las has respondido por mi, así que no me queda mas que decirte que tenés razon.

Tuya, Cósima.


30 de diciembre de 1716. Burke, indignado, y pagando un correo privado, escribe a Katherine.

Kathy: ¿Qué no he sentido esta mañana que no sea tormento al recibir tu carta de contestación a mi pregunta? Supongo que tú no lo has notado pero una llaga a marcado mi corazón al finalizar la lectura. Mi queridísima Kathy, mi muy amada Kathy, triste a sido tu error, y no creo que pueda tener reparo alguno. Ay de mi, ay de ti, mi Kathy, si nuestro amor aquí llega a su fin de este modo. Sin notarlo has firmado la carta con otro nombre que hubiese provocado curiosidad en mi si la ignorancia estuviese de mi lado. Pero no es así mi Kathy. Y acaso Cósima sea el nombre de la enamorada de Bertold. Triste error Katherine que propone un desengaño amoroso irremediable. Mi querida Kathy, triste estoy por mi, a quien descubro engañado, triste estoy por Bertold a quien también has engañado y triste estoy por ti por ser artífice de tal juego nefasto. En fin, mi Kathy, creo que no tengo más que decirte.

Adiós. A.B.


31 de diciembre de 1716. Burke, abatido, informa a Reid acerca de lo sucedido.

Querido Bertold: Escribo estas líneas con dolor. Lamento tener que hacerte participe de esta mala noticia, pero es menester que sepas que Cósima y Katherine son la misma persona. Que iluso he sido al aconsejarte días pasados. Creyéndome seguro de que jamás perdería a mi Kathy, cuántas cosas te he dicho. Y mírame ahora, destrozado en dolor a causa de su pérdida. Y no pienses que te guardo rencor porque ella te haya preferido a ti porque no es tu culpa sino mía que le he contado tantos rasgos interesantes de tu vida gracias al gran amor que te profeso. Confieso que jamás pensé que podría perderla de este modo. No escribiré más mi amigo. Hoy el pulso no me acompaña.

Hasta pronto,
A.B.

Bertold Reid. Quinta parte: El Manuscrito de F.

Me ha gustado mucho el giro que le ha dado a la historia pero permítame agregarle algunas cosas que ahora estoy pensando sobre la marcha. Estaría bien que Reid vaya a ver a Katherine (él va sin avisar, de sorpresa, K. no lo espera). Ella, que se lo figuraba distinto físicamente (debido a la mentirosa descripción de Burke) no lo reconoce y lo rechaza. Reid insiste en ser Reid, pero ella lo echa, no le cree. Tiempo más tarde, Katherine vuelve a recibir correspondencia de Reid (escrita por Burke). Seducida nuevamente decide acceder a una cita propuesta por Reido-Burke. (A esta altura, Burke comienza a mostrar una no leal curiosidad por conocer a la amante epistolar de Reid, por lo que concerta el encuentro sin avisarle a éste. Hacía tiempo que Reid se había resignado a no volver a tener noticias de K. Katherine así mismo, accede a la cita, como ya se dijo seducida por la personalidad misteriosa de Reid, pero ya sea porque considerase que el verdadero Reid había sido un impostor, o ya por que tal vez abrigando la sospecha de que hubiera sido el verdadero, y en este caso quisiera darle una segunda oportunidad, decide no mencionar el encuentro anterior en la carta, por lo que accede a la cita sin levantar la menor sospecha en Burke. A todo esto, la proximidad de la muerte en Reid (o mejor dicho su hipocondría que lo lleva a sospechar ésto) opera en él un cambio de espíritu que hace que decida dejar su confinamiento para ir a ver repentinamente y sin aviso a ver a Katherine (cuyo seudónimo epistolar podemos establecer a esta altura como el de "Cósima") aunque sea por última vez. Es así que tenemos a Burke yendo a ver a Cósima, suponiéndose Reid. Katherine, suponiéndose Cósima, esperando a Reid (Burke). Y a Reid verdadero que intentando malograr las posibilidades de un nuevo rechazo, a último momento decide ir disfrazado ocultando su cadera bajo una capa y presentándose como el rico heredero Burke, (Burke usaba capa). Burke y Katherine aprovechan la ocasión de un baile de disfraces que seria celebrado por algún personaje importante para concretar la cita. Burke lo propone y Katherine accede, ambos están entusiasmados por el misterio que propone la ocasión. Los dos llevaran cubiertos sus rostros, se reconocerán por un detalle en los vestidos. La misma tarde en que se va a celebrar la fiesta, Reid (el verdadero) llega a la casa de Katherine. Al no encontrar a nadie, deja una nota invitando a Cósima a una fiesta de disfraces a celebrarse esa misma noche, firma la nota como el rico heredero Burke. Katherine lee la nota, y asustada, pensando en una broma del verdadero Burke, decide no ir a la fiesta por temor a que éste descubra su engaño. Así, decide no ir, sin poder avisarle a tiempo a Reid (Burke) que sí va. Es así que a la fiesta van Reid disfrazado de Burke, y Burke disfrazado de Reid. Esa noche ninguno de los dos se reconoce (los dos llevan sus rostros cubiertos) y ambos estarán en vano esperando a Cósima. Ahora bien, Reid está un rato en la fiesta, y al no encontrar a Katherine decide ir a casa de ésta, obsesionado con verla, aunque sea por última vez. Se presenta a la criada como Burke. Cósima, asustada y pensando que la persona que está a la puerta es el verdadero Burke, decide ir a su encuentro para confesarle toda la verdad, y esperar lo peor. Cuando ve que Burke no es Burke, lo echa nuevamente llamándolo impostor, ya que debajo de la capa adivina una cadera que no es la de su prometido. Reid en ese momento, decide dar a conocer su verdadera identidad. Cósima, enfurecida lo echa de su casa llamándolo doblemente impostor. Reid, apesadumbrado abandona el lugar. Tiempo mas tarde, Katherine decide comentar el incidente con Burke describiéndole a un hombre que se hizo pasar por él. Burke, adivinando la fisonomía del impostor, decide romper la amistad con Reid mandándole una carta en la que con duros términos le recrimina la impostura. Katherine olvida para siempre a Reid y jamás le confesará a Burke nada acerca de su historia como Cósima. Burke, hace lo propio con ella. Reid vuelve a Escocia, pero decidido a seguir pretendiendo ser otro, ahora también para su familia, se presenta como el rico heredero Burke. El padre, que rápidamente reconoce la mentira debajo de la capa, lo encierra en su habitación. Este es el comienzo del periodo filosófico de Reid. Confinado en su habitación, vestido con capa, y firmando sus ensayos como R. H. B., pasará sus últimos años de vida escribiendo lo que hasta ahora se conocía como obra del filosofo R.H. Burke.

F.

Bertold Reid. Cuarta Parte: Notas sobre su vida amorosa.

No es poco lo que se sabe acerca de este tema. Según Irene Cohglan en su ensayo antes citado, Reid habría devuelto misógino luego del abuso que le habría propiciado su madre durante aquel año de depresión. Sin embargo, hemos descubierto una carta, firmada por un tal F. (luego de varias cavilaciones sospechamos que la misma habría sido escrita por Ferdinand de Boteaux) en donde se nos sorprende con una insólita hipótesis: un triángulo amoroso entre B. Reid, Katherine Von Yánnover (novia de Burke) y Burke. Desconocemos si la carta que F. escribe se corresponde con la realidad o si sólo es un producto de la imaginación de este gran escritor cabalístico. Nos inclinamos a pensar que se trata de un intento de Ferdinand de Boteaux por reconstruir, a través de la correspondencia hallada, la vida amorosa de Reid, pero nos abriga la sospecha de que en su intento por arribar a una conclusión haya cubierto los huecos dejados por la poca y fragmentada evidencia, con su febril imaginación. Es decir, lisa y llanamente, inventado hechos allí donde no nos consta que ocurrieran. Sea como fuere, incluimos el manuscrito ya que contiene datos que se corresponden con la realidad y es por el momento la única hipótesis que, aunque extraña, ha llegado hasta nosotros; incluso también nos inquieta la primera oración de su manuscrito en la cual F. parece dirigirse a otra persona, pero sospechamos que tal vez podría estar escribiéndose a sí mismo. Esto es algo que Ferdinand de Boteaux acostumbraba a hacer. Sabemos gracias a su biógrafa, Alesna Karachoff, (en su libro "Ferdinand de Boteaux para principiantes") , que... "Ferdinand solía escribirse cartas a sí mismo como si estuviesen dirigidas a otra persona. Acostumbraba a hacer ésto para darse ánimos en ocasiones en las que atravesaba un delicado trance o cuando debía tomar una difícil decisión..." Otra hipótesis es que firmara con una lacónica F. para protegerse en el anonimato en caso que sus conclusiones fueran erróneas o se descubriera que estaba inventando los hechos. Sea como fuere, el manuscrito de F. contiene datos verídicos, pero en honor a nuestro rigor historicista bien podremos indignarnos aquí con nuestro querido Borges: "Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible..." Temor sentimos ahora nosotros, quienes escribimos este ensayo acerca de Reid, de que alguien en los más remotos confines del universo esté escribiendo en este instante nuestra propia biografía, inventando los más precisos detalles de nuestras acciones de las que, pobres ilusos, nos creemos dueños. Pero no seguiremos esta línea ya usada. Continuemos con Reid.

Se estima que rondando sus veinte años, ansioso por conocer a quien le escribiera amorosas cartas anónimas durante los últimos dos años, se habría escapado de su habitación durante la noche para asistir a una fiesta de disfraces. Se deduce lo anterior de un traje de capa y antifaz que se hallaran en su habitación luego de su muerte, y que le hubieren servido de disfraz para ocultar no sólo su rostro sino también su prominente cadera. Para poder comprender mejor este manuscrito, ofrecemos al lector, en el párrafo siguiente, una suerte de guía de la vida de Reid que va desde el incesto a la fiesta de disfraces.

Burke le escribe a su amante Katherine, acerca de Reid. Esta se interesa en Reid y le escribe de incógnito utilizando el seudónimo de Cósima. Reid recibe la carta, y no le contesta ya que esta decepcionado de las mujeres, pero le comenta el incidente a Burke, éste, tratando de hacerle un favor, se hace pasar por Reid y le escribe a Katherine. Vale aclarar, como es obvio, que Burke no sabe que Katherine es su Katherine Esto ocurre durante algún tiempo hasta que Reid un día junta valor y le escribe a Katherine. Entonces Kathy al recibir cartas de Reid verdadero y de Reid-Burke piensa que Reid está loco, que sufre de esquizofrenia y se lo comenta a Burke, quien, perplejo, se va un rato.

Más adelante el lector tendrá la feliz oportunidad de cotejar las epístolas que entre ellos se hayan escrito y que hemos recopilado para esta investigación, con el manuscrito de F. Queremos dejar en claro que si bien el manuscrito puede ser puro invento, no podemos asegurar que las cartas que aquí enseñamos no lo sean en igual manera. Investigando más sobre la vida de Katherine podremos decir de ella que pertenecía a la alta alcurnia y que era una mujer muy bella, de visibles 1,82 m de altura y hermosos ojos grises. Graduada en medicina, siendo, como Burke, diez años mayor que Reid, habría captado la atención de éste no sólo a causa de las amorosas cartas que ésta le enviara sino también para tratar de sacar provecho de su profesión con el fin de curar su mal. En vano ha tratado Reid de lograr concretar un encuentro con Katherine. Sin embargo, más adelante Reid pinta un retrato de ella, con tal fidelidad que sería casi imposible pensar que no la hubiese tenido posando frente a él aunque sea una vez. Con respecto a si la misma hubiese sido capaz de curar la terrible enfermedad de Reid, sólo eran, éstas, ilusiones suyas. Nadie en ese momento conocía la cura a esa dolencia. Incluso hoy en día se ignora cuales son las causas de semejante afección. (Para consultar más sinónimos de enfermedad ver: Diccionario de sinónimos, acepciones e ideas afines. Editorial H.F. S.A.)

lunes, 17 de mayo de 2010

Bertold Reid. Tercera parte: Su obra pictórica y una entrevista de la BBC a Marcel Duchamp.

La obra pictórica de Reid es escasa. Se conservan solamente 5 obras que hubiere pintado entre los 5 y los 12 años. Aún así es necesario estudiarlas al ser éstas, puntos de partida de grandes artistas posteriores que habiéndose autoproclamado vanguardistas ocultaron la enorme influencia que la pintura de Reid les había aportado.

Las obras:

Los restos del abismo. Óleo sobre canvas. 35 x 14 cm.1697. Obra de carácter simbólico que figura la imagen de un espejo colgado en un rincón de su casa. El espejo refleja el rostro de la madre de Reid envuelta en velos sangrados. Solapado entre los velos se aprecia la imagen del mismo B. Reid comiéndose una nuez. Este cuadro, por comentarios del mismo Reid, fue inspirado en la famosa frase de Hamlet "Oh, God...I could be bounded in a nutshel and count myself a King of infinite space". Se descubre su gran admiración hacia Shakespeare en una de las cartas que le escribe a su amigo de la infancia Arthur Burke en la que le comenta: “tantas horas restan para mí en este espacio, infinito y a la vez espantosamente presente que si no fuera por la lectura mi querido Arthur, caería enfermo de locura. Mis libros son mi contacto con el exterior, y vaya paradoja si de la ficción hago mi realidad haciendo así que mi terrible presente sea tan solo una imagen que ante mis ojos se posa. Bendigo a la inspiración que antaño se apoderara de célebres escritores como quien tu me enseñaste alguna vez y que hogaño me acompaña y me ayuda a no dejarme vencer presa del aburrimiento y la fatiga que esta soledad me infunda a modo de castigo." Se entiende que el autor al que se refiere es el antes mencionado por encontrarse entre los libros de Reid un ejemplar de Hamlet dedicado por Burke en el que se lee: "Para mi querido amigo B. quien compartiera tempranos grandes momentos en mi paso por Escocia." (Vale destacar que Burke, de origen alemán, habría conocido a Reid en un retiro espiritual al que había asistido con sus padres a temprana edad, en Escocia.)

La odisea para niños. Óleo sobre canvas. 24 x 18 cm. 1699. Este cuadro introduce un concepto nuevo en la expresión de Reid. Cercano a la abstracción, consiste en representar imágenes que no pueden distinguirse. Ya comentamos esto en las notas biográficas por lo que no profundizaremos más.

Déja vu. Óleo sobre tabla. 46 x 38 cm. 1700. Este cuadro es un plagio de una obra de El Bosco. No hay mucho más para detallar. Se supone que Reid habría querido hacerle una broma a sus familiares. Dos siglos más tarde Marcel Duchamp retomaría este concepto para realizar sus obras. En reiteradas veces se le ha preguntado a Duchamp acerca de Reid, a lo que siempre respondía con vistoso fastidio que no lo conocía. Transcribimos una parte de la primer entrevista que se le hubiera hecho a este artista en la BBC de Londres acerca de este tema:

BBC : Mr. Duchamp: ¿Qué opinión le merece el paralelismo que se hace entre la obra Deja vu de Bertold Reid y su obra?
MD : Desconozco.
BBC: ¿No conoce la obra de B. Reid?
MD:No conozco a ese individuo.
BBC: También trabajaba con el tema de la ironía, de ahí es que se piensa que Ud. podría haber sido influenciado por él.
MD: No.
BBC: Aquí tenemos la obra a la cual nos referimos. ¿Qué opinion le merece?
MD: Es una obra de El Bosco. ¿No estabamos hablando de Rep?
BCC : Reid.
MD: Como sea.
BBC: Ahí radica el concepto. Es una copia de la obra de El Bosco realizada por Reid a la cual titulo Deja Vu. ¿Entiende la idea? ¿Sabe lo que es un deja vu?
MD : Si. Una obra de Reid.
BBC: Le pregunto como concepto. ¿Tuvo Usted alguna vez un deja vu?
MD: Si, ahora mismo. Lo estoy viendo, Usted me lo alcanzo.
BBC: No me entiende...
MD: ¿A donde quiere llegar?
BBC: Esta bien, no tiene importancia.
MD:¿Y entonces para qué pregunta?.
BBC: ¿Se considera Ud. un artista de vanguardia?
MD: Nuevamente: ¿A donde apunta?
BBC: Gracias por su colaboración Mr. Duchamp.
MD: Es todo lo que tengo en este momento.

Existen dos obras más de Reid a las cuales no le dio título. Las imágenes que las mismas representan son indescriptibles, ya es tal el grado de abstracción y misterio que las mismas provocan que intentar explicarlas sería casi profanar su obra.

Bertold Reid. Segunda Parte: Cartas del Joven Reid y algunas referencias a la numerología.

Muchas son las epístolas escritas por Reid a diversos destinatarios. Ya hemos citado en la primera parte de esta biografía una de las más interesantes y que habría sido enviada a su difunta abuela. Cabe destacar al respecto que aunque Eleonor estuviera muerta Reid seguía enviándole cartas a su dirección. En 1718, tres años después de su trágica muerte, en una pericia realizada a este domicilio, se han encontrado 218 cartas sin abrir; 195 habían sido enviadas por la famosa editorial Readest Digest, promocionando un concurso; el resto pertenecían a Bertold Reid. En diversas consultas realizadas a la editorial citada acerca de este hecho nos han respondido que el mismo ha de ser imposible ya que la empresa no existía en esa época. Nunca ha quedado esclarecido este problema, ya que las cartas que se encontraron poseían información verdadera con datos precisos de la empresa pero los matasellos indicaban fechas contemporáneas a Reid. Curioso hecho que investigaremos en otra oportunidad. Incluso un conocido Club se ha visto involucrado en este asunto. Ciertas hipótesis interesantes se han barajado al respecto. El lector ansioso deberá deshechar la idea de que el correo hubiera cometido un error, como así también que Reid, muñido de un sello de similares caracteres hiciera una broma a su abuela. Estas hipótesis han sido descartadas de inmediato por lo peritos, por ofensiva la primera y por inútil la segunda.
Volviendo al número de cartas, el perspicaz lector habrá notado que 23 es el de las escritas por Reid. Curiosa cifra que coincide con la edad de la tragedia. Asimismo, este número sumado propone el 5, edad en la que Reid pintara su primer cuadro y casualmente la misma cantidad de obras que se conocen de su actividad pictórica. Coincidencias, o no, como éstas, encuentra por doquier quien se aventure a investigar la vida de este filósofo. Estudios posteriores como el de Ferdinand de Boteaux (Numerología epistolar, Ferdinand de Boteaux, Barcelona, 1976) nos han sido de mucha ayuda a la hora de confeccionar este informe.

Pasemos, entonces, a una carta escrita por Reid a su padre (Walter Reid), en el año 1699, luego del accidente que le hubiera activado su enfermedad. Esta carta fue encontrada en el cajón de una cómoda del cuarto de Bertold. Su padre nunca la leyó, aún después de haberla descubierto.

“2 de marzo 1699 Sr. W.R.: Lamento ser su hijo. Aunque el dolor hable por mí en este día, así quiero expresarlo. No se culpe de mi actual estado. Sé que así se siente. Más yo no lo culpo a usted, sino a mí mismo por no haber colmado sus expectativas. Si fuera yo primogénito de algún otro, cuán dichosa sería su existencia, despojada de esta carga que represento, y es por esto que a mí mismo me culpo. Esta tarde, mientras Usted me exigía con desmedro que me dedique a otro arte, lo observé profundamente, padre, y comprendí su dolor. Sé cuanto amor hacia mí profesa desde el silencio. Pero quisiera hacerle saber que si entre mi vocación y su deseo me viera obligado a elegir, pronto la decisión se trocaría entre salvar su vida o salvar la mía. Nada hay que pueda hacer más que expresar lo que a mi mente acude casi sin cesar. Imágenes del infierno me acechan y si no he de expresarlas, muerto de locura acabaría haciendo de su vida una tortura aún peor que la Usted soporta ahora. Sin embargo, he meditado estas horas. Quizás exista algo que pueda salvarnos a ambos, y mi accidente de hoy tal vez sea la puerta de entrada a esa salvación. Ya no le avergonzaré con mis pinturas, ya no le atormentaré con mis símbolos que su comprensión no alcanza. Desde el silencio, aventajado por este cuerpo deforme que sé que pronto tendré, permaneceré aquí dentro, en mi habitación, hasta mi muerte. Lamento ser su hijo Sr. Walter. Si no he llegado a ser lo que usted con ansias deseaba no hay otra cosa que yo pueda hacer. Soy víctima de mi talento. Corta vida tendré y he de aprovecharlo, aunque sea desde mi anonimato, me dedicaré a lo que he venido. Escribiré por siempre, sólo hoy para Usted, ya que soy capaz de saber que en vano lo seguiría haciendo. Su ceguera, al no ser física, es más severa que a la que a mi madre condena. Sepa que le amo. Su hijo, B.”

El asombroso hecho de que con solo 5 años de edad, Bertold manejara el lenguaje como se aprecia en esta carta provocó cierta desconfianza en los peritos. En estudios realizados a su caligrafía se ha podido comprobar que hasta los 9 años, Bertold Reid escribe con una caligrafía pequeña y levemente inclinada a la derecha, mientras que a partir de esa edad, todas sus cartas comienzan a ser escritas con una caligrafía un tanto más grande e inclinada hacia la izquierda. Este hecho se da en varias personas luego de sufrir algún acontecimiento en su vida de suficiente vigor como para provocarles cambios en su expresión, pero no creemos que sea ese el caso de Reid, al menos no a la edad de 9 años. Con el fin de esclarecer este tema se ha consultado a varios grafólogos. Todos han coincidido en que ambas caligrafías definitivamente no pertenecen a la misma persona. Durante 4 años se ignoró quién habría escrito esas cartas o en todo caso con la ayuda de quién Reid las había escrito. El caso fue resuelto cuando luego del incendio se encontró en la habitación el un ejemplar de Hamlet del cual hablaremos en la parte 3 de esta biografía. La dedicatoria de Arthur Burke develaría la incógnita. Burke, 10 años mayor que él, le habría escrito las cartas.

Descendientes y herederos de Reid, quienes viven ahora en Rumania, conservan algunos manuscritos que el mismo Reid hubiera escrito a la edad de 8 años. Jamás los han dado a conocer. Se comenta que conservarían bajo 7 llaves el original de la carta que le hubiera escrito a su padre, la que transcribimos más arriba. Compartimos con ellos el querer preservar la imagen de Reid. De todas maneras las 6 cartas posteriores dan fe de su talento. Quizás no solo Bertold Reid merezca éstas 3 páginas sino también el mítico Burke, (o 1 o 2 personas más).